Al amanecer del jueves 29 de agosto 1179, el gran sultán Saladino y sus musulmanes lanzaron un asalto mortal en el castillo de los Cruzados de Vado de Jacob en la Tierra Santa. La guarnición templaria de élite, planteó una dura e inútil resistencia.
En un último acto de valentía el comandante templario se montó en su caballo de batalla y se introdujo en la refriega. Uno de los lugartenientes de Saladino describió que:
«se tiró en un agujero lleno de fuego, sin temor al calor intenso y, a partir de este brasero, fue lanzado inmediatamente a otro - que es el infierno".
Ese día 800 templarios de la guarnición murieron en combate y unos 700 más capturados. Posteriormente fueron asesinados y enterrados con sus caballos, para que sus restos se pudrieran con animales "impuros". Los posos llenos de los restos de descomposición de los cadáveres, dieron lugar a agua contaminada que produjo la muerte a muchos musulmanes.
El Vado de Jacob se encontraba a 50 km de Jerusalen.
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